Rafael Chico Pérez, pregonero en el 1968: “Si mi pobre palabra no acierta a expresar, lo compensará ese monstruo de varios ojos que son las cámaras de televisión”
Una crónica televisiva de los días previos a la Semana Santa, en el año en el que Televisión Española enseñó por primera vez en directo nuestras tradiciones
Una ciudad castellana. Exterior. Día. Tiempo primaveral de un mes de abril recién estrenado. 24 minutos en blanco y negro con un sonido puro y envolvente de un locutor que muestra la riqueza de una localidad terracampina. Aparecen mujeres, hombres y niños limpiando y acicalando a cristos y vírgenes unos días antes del Jueves y Viernes Santo.
Esto fue lo primero que se encontraron una tarde de 2014 los técnicos de cine que trabajan en el archivo central de Televisión Española en Prado del Rey, en Madrid. En aquel lugar, miles de cintas esperan ser reveladas y transformadas a formato digital. Un proceso lento y laborioso que requiere habilidad y paciencia para no dañar los negativos.
Torrespaña, Madrid. Interior. Noche. Un periodista bucea entre las profundidades de la historia de nuestro país cuando se topa con unas imágenes que le resultan familiares. Eran de 1968 y era su ciudad de corazón. Era su Semana Santa. Eran las gentes que cuidaron con mimo las tallas y erigieron serenidad en las generaciones para mantener hasta los días en color aquellas formas de sentir en la primavera.
Las procesiones de Medina de Rioseco del Jueves y Viernes Santo de 1968, fueron las primeras de la historia de nuestra Semana Santa en ser retransmitidas en directo. Se hizo a través del primer canal de televisión y el realizador, Ramón Díez, comandó un equipo de cerca de 30 profesionales que llevaron a las casas de toda España nuestra Semana de Pasión. David Cubedo, rostro visible de la televisión en aquella década, junto con el padre D. José Antonio Sobrino y Miguel Martín, se encargaron de poner voz a los dos desfiles que se emitieron con la tecnología propia de aquellos años.
Es muy probable que esas imágenes estén en alguna de las miles de cintas que aún están sin revelar y que un día, alguno de los técnicos de cine que trabajan en el laboratorio de TVE, den al play y aparezcan. Pero mientras eso ocurre, las causas fortuitas de la vida han hecho que un reportaje que se emitió el Miércoles Santo de ese mismo año, también en el primer canal, sí haya sido recuperado.
Ese rodaje se grabó mayoritariamente el día del pregón, que fue el domingo 31 de marzo, y es un reflejo de cómo éramos hace 57 años. Genuidad pura de un pueblo que trataba de explicarse al mundo. Turismo, agricultura, industria metalúrgica, gastronomía, escuela… Un equipo que llegó desde Madrid estuvo durante un par de días grabando in-situ a los protagonistas que días después irían bajo las túnicas.
“A 41 kilómetros de Valladolid, cerca del páramo de Coruñeses, el Caserío de Medina de Rioseco, la Villa de los Almirantes aparece en el horizonte de esa Castilla vieja que levanta sus torres en plena Tierra de Campos…”. Así comenzaba aquella crónica que mezclaba planos del barrio de Ajújar con otros de la Rúa Mayor. Aparece gente hablando en lo que hoy es la Plaza de Santo Domingo y se ve intacto el actual cartel de la pastelería Cubero, que hoy sigue en el mismo sitio como si el tiempo no hubiera pasado por allí.
Después de eso, una breve descripción de nuestros grandes templos introducía al espectador al por qué del reportaje. En lenguaje televisivo se trataba, sin duda, de ‘un cebo’ para captar la atención a quienes lo fueran a ver, y que los dos días siguientes de Jueves y Viernes Santo encendieran sus televisores a las 8 de la tarde.
Tras los primeros minutos de reportaje, aparece El Pardal a los pies de la fachada plateresca de Santiago. Iba acompañado de seis tapetanes. También, del encargado de leer la proclama, que lucía una capa distintiva al resto. Los ocho estaban formados en dos filas. Uno de ellos mordía la tela de su careta con los labios. Sonaba la proclama en la que el por entonces alcalde, Andrés Ferreras Pérez, invitaba a todos los vecinos a que fueran al Cine Marvel a escuchar el pregón. Ese año lo daba el escritor y periodista D. Rafael Chico Pérez. Según se leía en la proclama, tenía un cierto parentesco con Rioseco.
Ya en el interior del Marvel, se sucedían los primeros planos de vecinos que habían ido a escuchar las palabras del pregonero. Aparece Francisco Gallego, o el que años más tarde sería alcalde, Manuel Fuentes. A la par, García Chico decía: “Vengo a postrarme humildemente ante la Virgen y el Cristo de Castilviejo, ante la dolorosa riosecana de Juan de Juni, la más bonita del mundo como dijo uno de vuestros pregoneros. Ante ese Cristo de la Caña y pedirle su venia para hablar de Rioseco y su Semana Santa.”
Y por si quedaba duda de que aquel año era especial para la ciudad por el hito televisivo que se iba a producir, el pregonero concluyó diciendo: “...tengo una esperanza y es que lo que mi pobre palabra no acierta a expresar, lo compensará, de forma más que suficiente, ese monstruo de varios ojos que son las cámaras de televisión que al difundir las bellezas de Rioseco y de su Semana Santa, dará la medida de la altura que tienen estos desfiles procesionales.”
De pronto, el reportaje llevaba al espectador al interior de la Iglesia de Santiago. Allí, unas mujeres aparecían quitando los puñales a La Dolorosa, y con una balleta los hacían brillar aún más. Unos niños pasaban unos trapos al tablero de La Desnudez, quitando cualquier posible mota de polvo de cara al Jueves Santo. Y ante la imponente imagen del Sepulcro, unas mujeres rozaban con cuidado unos paños sobre la llaga del pecho, sobre sus pies y sobre su cabeza recostada.
“Los niños como antaño sus padres, limpian ahora los pasos que pronto se portarán sobre sus hombros, como es norma en la tradición y en el orgullo de sus cofradías.”, apuntaba el locutor mientras explicaba aquel momento.
El equipo de Televisión Española recorrió Rioseco entero. Entró en la panadería ‘La Espiga’ y habló con el que entonces era su dueño, Eugenio Sordo, y le preguntó sobre los premios logrados con su pan. “Don Eugenio: ¿cuántos galardones ha conseguido usted en su vida?”, preguntaba el periodista. “Muchos, bastantes, tenemos por lo menos unos ocho o diez galardones. Se han conseguido muchos en Barcelona, otros en Roma, otros en Francia también…”, contestó Sordo, mientras en el fondo aparecían los hornos aún calientes.
A orillas del Canal, tres agricultores montaron una pequeña tertulia y hablaron sobre el Plan Tierra de Campos. Por entonces, era el tema de actualidad en la labranza. “Pues este plan, por ser la primera tentativa coherente que se hace para la mejora socioeconómica del medio rural, creo que es algo muy importante.”, decía uno de ellos.
También hubo hueco para la industria metalúrgica, un pilar fundamental de la ciudad en aquellos años. Aparte de adentrarse en una de las fundiciones donde trabajaban a destajo y cuyo legado es posible que se vea hoy en el alcantarillado de muchos pueblos de España, hablaron con Teodoro Fernández Gallego, entonces presidente del gremio del metal. Así se refería a la importancia de este sector: “Medina de Rioseco y su industria se dedica, casi exclusivamente, a la causa de maquinaria agrícola, pero no olvida y por ello se preocupa grandemente en hacer materiales de alcantarillado, de obras públicas…”
La juventud y la formación también fueron una de las patas del reportaje. Filmaron planos dentro del Taller Escuela de Formación Profesional “San Francisco”, donde se podía ver a chavales aprendiendo a usar la maquinaria. “Lo más difícil para los estudiantes en esta escuela taller es precisamente fresa y torno, pero todos los alumnos salen colocados en las distintas empresas de la localidad.”, decía uno de los maestros.
Para los que, por suerte económica, podían optar a estudios más avanzados, el equipo de Madrid grabó imágenes en el interior del Colegio San Buenaventura. Se podía ver cómo los chavales atendían en clase de dibujo técnico o cómo jugaban al baloncesto en uno de los descansos. “Aquí imparten las disciplinas básicas auxiliados por cuatro maestros de educación física, política, religión y dibujo.”, decía el periodista en su voz en off.
Pero lo importante era nuestra Semana Santa. El objetivo de aquellos dos, periodista y camarógrafo, era dejar con la miel en los labios a quienes vieran ese Miércoles Santo aquel reportaje. Por eso, ya casi en el cierre, unos hombres aparecían limpiando el tablero del Cristo de la Paz, también dentro de la Iglesia de Santiago.
Uno de ellos estaba sentado en lo más alto de la cruz con una escalera, quitando el polvo a la parte trasera de la cabeza del portentoso Cristo. El periodista le preguntó a uno de los hermanos cómo trataban la imagen y qué productos echaban. También cómo formaban el paso, cuánto pesaba, o cómo de difícil era maniobrar para sacar el Cristo a la calle.
El periodista quería saber de la idiosincrasia de las cofradías más allá de las procesiones. Alguien pensó entonces que sería bueno invitar a la pareja de comunicadores a la Junta de la Hermandad. Estos dos entraron. No sé si algún medio de comunicación lo llegó hacer después y hasta nuestros días. Ya saben que las juntas suelen ser reuniones muy para los de dentro.
Estos colocaron el micrófono con un largo cable en el centro de la mesa donde estaba la Junta Directiva. Allí estaban Eugenio Castrillo, Antonio Fernández, Teófilo Valdés o Ángel Luis Rodríguez, que además soltaron un ¡SÍ! sonoro para que su nombre figurara en la formación del paso de ese año. Esta secuencia es sin duda una de las que más valor tiene en este reportaje. Los planos están cuidados con mucho mimo. Es una auténtica película.
Como riosecano es imposible no ver estas imágenes y pensar en todas esas generaciones que hicieron grande nuestra Semana Santa. En parte, engrandecieron también nuestra vida, porque sin aquellas semillas regadas con el paso del tiempo y las gentes, no seríamos hoy así, ni estaríamos hoy donde estamos.
Estas imágenes representan la importancia que tiene grabar y conservar momentos sencillos. Que tantos años después hayan vuelto aparecer son un regalo para toda nuestra ciudad y para todos los riosecanos. Para usted, por ejemplo, que lee ahora este artículo y que igual ha visto a un familiar en esas imágenes en blanco y negro. Hay muchos rostros, personas, ubicaciones y detalles que nombrar y, sobre todo, que recordar. El recuerdo es la base de nuestra Semana Santa, y lo dice uno que tiene, por caprichos de nacimiento, poca memoria riosecana.
Artículo escrito para la Revista de la Junta de Semana Santa de Medina de Rioseco del 2025