No todo es culpa del 2020. A la memoria de un año.

by - diciembre 31, 2020

31 de Diciembre de 2020. Sí, lo he dicho. La temida cifra por gran parte de la población mundial: 2020. No preocuparse que quedan horas, el sufrimiento ya acaba. En cuestión de tiempo el virus se marchará, los hospitales volverán a su transcurso habitual, y todos volveremos a echarnos a la calle a celebrar todo lo que no pudimos celebrar en diez meses.

Ojalá fuera verdad. Por desgracia la matemática y el tiempo no pueden hacer cambiar drásticamente situaciones y acontecimientos, y menos si la que estamos viviendo actualmente está abalada por la madre naturaleza. No todo es culpa del 2020.

Hoy quiero ser la voz discordante, el que se quede con este año, aunque también le haya quitado mucho y le haya hecho cambiar algunas otras cosas. ¿De donde viene esta fobia a un número de cuatro cifras? ¿Por qué culpar al cambio de década de todo lo malo?

Miedo al virus si, y miedo al cambio, a los cambios. El tortazo que todos nos dimos cuando algo o alguien nos dijo: hasta aquí. Cuando aquella sociedad líquida de la que nos hablaba Bauman se desquebrajaba y aún hoy, pese haber recuperado importantes cosas que nos arrebataron en el mes de Marzo, no sabemos como reaccionar o cómo regresar a lo que fuimos.

Un año que comenzaba con un enero frío como otro cualquiera y que tras la Navidad nos dejaba una dura posdata en la que nos recordaba el haber disfrutado de aquella Navidad porque en la siguiente sería un regalo de Dios el poder ver a los tuyos, físicamente. 

En fechas postrimeras del primer mes del año, el mundo recordaba el 75 aniversario de la liberación del campo de Auschwitz aún con testimonios valiosos de lo que allí se padeció, una imagen que contrastaba con los golpes de estado, conflictos armados y horrores que hoy aún en el globo terráqueo se siguen sufriendo.

Febrero ya con el mega hospital de Wuhan construido, aún se veía lejos aquella construcción y mucho más lejos la enfermedad que dentro se intentaba curar, como a orillas del Amazonas se intentaba frenar los incendios que un año más azotaban uno de los pulmones principales del planeta. La imagen premonitoria de lo que estaba por llegar.

Marzo, con importantes movimientos feministas y multitudinarias protestas que se detuvieron de golpe con los confinamientos y la alarma sanitaria global. 

Desde entonces pocas cosas volvieron a ser iguales, aún alguno recuerda hoy su último concierto de pie gritando con su buen amigo abrazo, la última vez que se sentó en un abarrotado estadio de fútbol o la ultima vez que se fue al extranjero a conocer más mundo.

Abril, Mayo... apenas sin poder ver el avance de la primavera, la procesión tuvo que ir por dentro, nunca mejor dicho, y de nuevo tocó tirar de recuerdos para intentar ser un poco más felices entre cuatro paredes. También llegó Junio y el final lo veíamos cerca. Con la fase tres esto se acababa, pero no. Todo empezaba y dábamos paso al verano más raro que se recordara. El verano más diferente de toda nuestra corta y selectiva memoria.

Septiembre hizo entrada en escena, siempre con cambios y esta vez con algunos importantes: mascarillas, distancias, y algunos días más tarde, antes de la medianoche todos en casa a dormir. La salud era la prioridad global en todos los países, o al menos la principal excusa para hacer de todo con el poder. Era por nuestro bien. Mejor aquí no entro.

Que cambiado estaba el mundo, en apenas unos meses parecía otro. Alguno no sabía ni como vivir, pero ¿qué era aquello? Estaba perdidito el pobre. Y la vida siguió... y todos nos hicimos cautivos de una situación impredecible y confusa.

Ya en los últimos suspiros del año, algunos celebraron que no hubiera villanos en casas blancas pero no pudieron hacer lo mismo con los archienemigos de cualquier reducto de libertad que siguen habitando en muchas otras casas de diferente color. 

La vida seguía si, o no. Cerrando el año también se autorizó en nuestro país el que se acabara con ella cuando un individuo decidiera que hasta ahí quería vivir. Conseguíamos más derechos, pero menos humanos.

Y hasta aquí puedo leer, espero que la premonición mundial que existe sobre el 2021 sea verdad pero no haga olvidar este año. Va a ser importante el haber aprendido algo, un poco de qué podemos hacer mejor en situaciones complicadas. Yo hoy pese a todo intento seguir comprendiendo, es cuestión de tiempo entender, espero. Por el momento, lo dejo estar. 


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