Tierra y mar, una despedida de Finlandia desde Turku

by - noviembre 22, 2024


Cogimos un barco en la terminal de Turku. Aquella fue nuestra última parada en Finlandia. Antes de subirnos a aquel ferry, descubrimos que aquella ciudad era la más antigua del país y fue durante años la capital.

Era un claro ejemplo de superar el pasado, pero sin renunciar a él. Su castillo del siglo XIII es uno de los principales testigos de la historia finlandesa y hoy en lo alto de sus torres, no ondea la bandera de Finlandia ni de ninguna dinastía poderosa. Ondea la bandera LGTBIQ+. 

De ciudades modernas llenas de cosas que contar puede presumir sin duda Finlandia, pese a que en muchos aspectos su sociedad siga abriéndose poco a poco.

Sonó la bocina del ferry y aquel enorme barco rojo se desprendió de la tierra finlandesa. Poco a poco comenzamos a surcar el báltico entre pequeñas islas.

Ali y yo fantaseamos con decir: “imagínate vivir en una de esas pequeñas casitas.” Y en verdad sigo pensándolo muy a menudo. La de gente, casas y vidas que hay por ahí. 

Cada vez que dejamos un lugar, nos despedimos sin saber si en algún momento podremos volver a él, pese a que el comentario siempre suele ser el mismo: “igual con algún vuelo barato en temporada baja, volvemos.” Pero el mundo es muy difícil de ver dos veces.

Puede parecer insignificante y hasta exagerado, pero para mí supuso más que un mero movimiento el descolgarnos de aquel muelle en Turku. La próxima vez que nos engancháramos a la tierra firme sería ya en otro país, con otras gentes, con otras casitas, con otras vidas.

A la mañana siguiente, muy temprano, desde una de las ventanas del barco se veían más islas. Navegar por el Báltico es sortear peñones de tierra constantemente. Ya era de día y cuando salimos a la cubierta, hasta la textura de nuestra vista era diferente a la de la tarde anterior.

Habíamos llegado a Suecia.

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