En Armenia se mira y se busca al Ararat. El icono de los apenas tres millones de personas que viven en el país. Aquel monte pertenece hoy a Turquía por el tratado que firmaron con la Unión Soviética en 1921.
Pero sigue siendo el alma de todos los armenios porque allí dicen que nació su pueblo y allí, según las escrituras, el Arca de Noé descansó tras el diluvio. Por eso Armenia es sumamente cristiana y por eso son el primer pueblo del mundo que adoptó el cristianismo como religión.
Hoy las miradas hacia el Ararat se regocijan en el pensamiento de los que siguen a la Iglesia Apostólica Armenia y rezan en alguno de sus cientos de templos que hay por el país. Desde Khor Virap a Noravank. Desde Geghard hasta Sevanavank.
Su fe sólo les permite mirar hacia esa montaña. Por eso rechazan las directrices vaticanas y tienen su propio líder conocido como el Catholicós de todos los armenios.
El Ararat es parte de ellos aunque haya una frontera de por medio. Un pedazo de tierra y un pueblo que se miran mutuamente pero solo se queda en eso.


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