A través de él se puede ver el tiempo que pasó y que sigue pasando hoy en el corazón de un país que late entre montañas y de una ciudad que es el espejo de la dignidad de sus gentes.
Por ese pequeño reloj se ven las horas detenidas de esa obstinada alegría de antepasados que no se dejaron vencer. Se ve a lo lejos a una mujer que en una mano tiene una copa de vino que ofrece a sus amigos y en la otra una espada por si llegara algún enemigo.
Pero se ven también los errores y los abusos. Se ve a los jóvenes saliendo a la calle reclamando poder decidir su futuro. Pidiendo alejarse de vecinos que para ellos poco aportan en sus días y en su forma de vivir.
Hay miradas de georgianos hacia su reloj llenas de nostalgia y tristeza porque sienten que se les escapa de las manos las horas de su mañana.
En Tiflis, a veces parece que todo está un poco roto, aunque nada está aún caído. Hay herida pero queda canto. Hay horas pasadas que recordar y minutos futuros por los que seguir luchando.


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