De uvas y autovías: la belleza de no tener tantas vías de doble sentido

by - noviembre 20, 2025

Si no fuera por el valioso tiempo que nos hace ganar, las autovías, autopistas y esas vías rápidas de dos y tres carriles serían algunos de los peores inventos de la historia. Nos hacen perder mucho.

Cuando se acabó aquella autovía desgastada con asfalto gris no pensamos que en realidad empezaba lo mejor de ese día: recorrer pequeñas poblaciones con apenas unas casas y pasar por los cientos de puestos de carretera en los que algunos paraban a comprar churchkhelas. (Yo creía que eran chorizos de matanza colgados.)

Fue en una de esas paradas donde probamos el vino de Kajetia, la región vinícola de Georgia, donde probamos la rica comida casera que nos prepararon en una pequeña bodega familiar y donde comprobamos la amabilidad de los que prefieren todos los días quedarse en su pequeña villa para enseñársela a quien venga.

Aquel asfalto de doble sentido nos llevó también hasta Sighnaghi y a su imponente vista de la cordillera del Cáucaso que parece pintada en una sábana que recorre todo el horizonte. A lo lejos se veían los picos blancos de esas montañas que llegan a traspasar el cielo.

También nos llevó hasta Telavi donde se nos hizo de noche. De camino vimos a los niños que llegaban a casa después de un día de colegio. A los mayores observando los coches pasar y a los animales que acampaban a ras de calle esperando que cayera algún trozo de pan por la ventanilla.

Y esa carretera también nos devolvió a Tiflis no sin antes parar a por uno de los chorizos dulces de los que hablábamos y tampoco sin pensar que nada de lo que acabo de contar hubiera sido posible si hubiera estado terminada aquella autovía que acorta tiempo, pero tritura tantos detalles.

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